Manuel Cabada Castro
Agradezo poder dalo agora a coñecer neste medio, pois coido que é un grande honor para este acontecemento festivo e para cantos estimamos e defendemos o seu valor e permanencia, non só nos tempos actuais senón tamén nos vindeiros, que un escritor e poeta tan recoñecido como Iglesia Alvariño se tivera ocupado de lle dedicar, hai xa agora mais de setenta anos, a súa lúcida atención e capacidade literaria. Tanto máis canto que nos tempos de hoxe precisamos aprender a ver dun xeito novo a importancia humana, literaria e ecolóxica de acontecementos festivos e populares coma este por enriba de escuros intereses mercantís que os intentan desvirtuar ou destruír.
O feito, por outra parte, de que este escrito fose publicado por Iglesia Alvariño en castelán ten a súa obvia explicación polas cautelas e restricións en relación co uso do galego nos tempos da ditadura, ben próximos aínda polo demais neste caso (ano 1950) ó final da guerra civil. Lendo o relato de Iglesia Alvariño, o lector poderá doadamente, porén, advertir o emprego nel de varias expresións galegas que el quizais consideraría que poderían pasar inadvertidas pola censura. Velaquí as seguintes: valados, grea, vagantas, engolemia, enveredar, rabeira, boureo, carballeiras, vilegos, moinantes. Palabras que figuran no dicionario da RAG agás engolemia (recollida esta, no entanto, noutros dicionarios como expresión equivalente a “desexo ardente”). O lector deste escrito de Iglesia Alvariño seguramente se sentirá sorprendido pola finura e o acerto das descricións e apreciacións que nel aparecen en relación con diversos detalles do acontecemento festivo da Rapa. É a visión dun escritor e poeta que nos aprende a ver de forma novedosa e viva o que a outros quizais se lles escapa.
Deixo xa, pois, ó lector que se adentre por si mesmo neste encomiábel escrito, non sen antes indicar que pola miña parte corrixín só unha palabra no texto de Gratio Falisco, citado ó final do escrito por Iglesia Alvariño, pois no canto do incorrecto “stuprosa” o correcto sería ter escrito “scruposa”, tal como eu mesmo o indico na páxina 42 (nota 22) do meu citado libro.
Velaquí vai xa o texto do artigo de Iglesia Alvariño.
La ‘rapa’ de San Lourenzo
Por Aquilino IGLESIA ALVARIÑO
SABUCEDO es una aldea de Pontevedra en los rebordes de Tierra de Montes. Tierra de aguas nuevas y hermosos pastizales, en los tiempos en que la bautizaron debía señalarse por sus valados de saúcos, floridos por estos días y rumorosos de abejas.
En esta tierra de frescor tiene una ermita de gloria S. Lourenzo, y heredad de la ermita es una grea de yeguas del monte que llena las cañadas y vagantas de relinchos ardientes.
Entre abril y junio, la grea se multiplica de potrillos ágiles como corzos. Sus patas son finas y duras como de acero, y cuando sienten la engolemia de las primeras hierbas, como el cuello es aún muy corto y no les llega al suelo, abren las delanteras en forma de compás con un gesto gracioso y conmovedor.
Las madres, en cambio, están por estos días terriblemente feas. Es el momento del cambio de pelambre. Llevan en los flancos y en el vientre unos colgajos sucios como el musgo seco, que es la capa espesa de lana que las resguardó en el invierno de nieves y escarchas. Por estos colgajos de lana las siguen los cuervos, que, posados en sus lomos, las desnudan a picotazo limpio de este musgo lanoso para mullir la lana de las crías en la copa de un pino inaccesible. La estampa del cuervo caballero con las alas abiertas y la del caballo a la carrera para librarse de sus garras y picotazos resulta extraña, salvaje y divertida.
Yo conocí muchos santuarios dotados así de rebaños y greas. Uno era de San Cosme de Buzarrey y el otro Santa Margarita de Seivane. Los lobos, que arrecian en sus correrías cuando el ganado tiene mas ventas en los mercados, acabaron hace mucho tiempo con las greas de estas dos ermitas.
La de San Lourenzo de Sabucedo tuvo más suerte, pues continúa con la suya, aunque menguada también por los lobos, enemigo viejo de los caballos gallegos. Atravesando el Caurel san Froilán de Lugo en uno de estos caballejos del monte, en un descuido del Santo, se lo manducó un lobo descomunal. Claro que como San Froilán era un Santo tan grande hizo volver al lobo con un conjuro y le hizo cargar con sus libros, que eran muchos, hasta su diócesis de León.
En uno de los días pasados se celebró la fiesta de San Lourenzo de Sabucedo, conocida por el nombre de “A rapa de San Lourenzo”. En la madrugada de la víspera salen los mozos del lugar en busca de la grea. Una vez que la encuentran, viene el bracear, el correr y vocear sin fin, hasta enveredarla hacia el lugar de la rapa o esquilo. Este es un apartadero o coso en que el ganado se va prensando hasta inmovilizarse o poco menos. Luego viene la lucha del hombre con el animal, cuerpo a cuerpo y sin trampa, para despojar al último de sus crines y rabeiras. Es operación lenta, llena de destreza, de fuerza y de incidencias. Para las gentes que suben de Pontevedra, resulta muy divertida y el mejor estímulo para atacar pacíficamente una empanada a la sombra de los robles.
Las yeguas separadas de las crías en esta operación llenan el valle de relinchos. El boureo humano pone un fondo a tono, y en las carballeiras el beber de los vilegos se acompasa dulcemente entre onda y onda de boureo.
Viene luego, en los días sucesivos, la subasta de las crines y el jolgorio bien ganado de los mozos. La grea vuelve al monte cabizbaja, sacudiendo sus muñones caudales, torpes y sin gracia. Hay como una pesadumbre de deshonra en el rebaño ante el ágil rebrincar de los potrillos, que, en los claros y escampados del monte, raen la andadura no bien nacidos. Esta propiedad es gala exclusiva, al parecer de los antiguos, de estos caballitos gallegos, amigos de gitanos y moinantes hoy, y en otros tiempos celebrados por naturalistas y poetas. Para que se vea en qué terminan también las glorias de los caballos, tenemos que decir que nuestros caballos gallegos merecieron de Gratio Falisco, contemporáneo de Ovidio, nada menos que este hermoso hexámetro de su “Cynegetica”:
“Galaecis lustratur equis scruposa Pyrene”.
¡Quién se lo diría a estos pobres caballejos moinantes que el lobo se va zampando cada día!
[“Galicia Digital”, 1 de febreiro de 2022]